Decisiones estratégicas en pymes familiares: cuándo dejar el afecto de lado.

Por Natalia Vivas, Periodista, Consultora en Comunicación estratégica para pymes.

Aprender a diferenciar el rol familiar del rol profesional y comunicar los límites de autoridad fortalece a las pymes familiares y protege las relaciones personales.

En las pymes familiares, lo personal y lo profesional pueden mezclarse con facilidad y cada decisión puede involucrar compromisos afectivos. ¿Qué hacer cuando las emociones no acompañan la estrategia?

Acciones como incorporar un nuevo socio o definir un proceso interno, pueden afectar al normal funcionamiento de una empresa familiar cuando el afecto reemplaza a la estrategia de negocio. Claro está que confiar en las personas que integran la empresa es indispensable pero las decisiones deben basarse en criterios claros del negocio y no en mandatos familiares que suponen cierta lealtad y eficiencia porque eso puede poner en riesgo la economía y la continuidad de la empresa familiar.

Cuando una pyme prioriza mantener puestos de trabajo por afecto o tradición, la elección emocional puede ser más costosa que una decisión racional tomada a tiempo. Saber decir “no” cuando corresponde es un acto de liderazgo responsable.

Aprender a diferenciar el rol familiar del rol profesional es una necesidad tan práctica como definir que en la empresa, quienes se comunican son los responsables de un negocio más allá de cualquier vínculo personal. No debería haber nombres propios o linajes, sino personas que cumplen funciones fundamentales para la salud del negocio. Comprender que cada tema tiene su espacio, su forma de abordarse y que las decisiones sobre el funcionamiento empresarial deben hablarse en la oficina, y no en la sobremesa dominical, es fundamental.

Para que la comunicación sea más efectiva, es indispensable aprender a separar lo emocional de lo operativo ya que la claridad en la toma de decisiones fortalece tanto la estructura interna como a la percepción externa. Cuando cada miembro de la familia sabe cuál es su función y conoce los límites de su autoridad, empleados, clientes y proveedores lo perciben reconociéndola como una empresa que actúa de manera ordenada, coherente y construye su reputación con decisiones consistentes y estratégicas.

Por eso es importante que el líder se comunique desde el rol profesional y establezca quién toma qué decisiones y bajo qué criterios, basándose en resultados y no en el mandato familiar. Ahora bien,  después de formalizar acuerdos laborales que les permitan saber dónde empieza y termina la responsabilidad de cada uno, es interesante reforzar la relación afectiva fuera del ámbito laboral para que el vínculo familiar no se vea afectado.

Claro está que no es un equilibrio sencillo de obtener pero tiene múltiples beneficios que abarcan desde el crecimiento orgánico hasta el económico de la empresa si se contempla que la búsqueda es el reconocimiento profesional y no por la historia familiar.

Una recomendación para el liderazgo de este tipo de empresas es que hay que decidir desde lo racional. Mantener los valores humanos es esencial, pero cada paso debe estar pensado para sostener el negocio y proyectarlo hacia el futuro. Las decisiones son complejas y es conveniente acompañar estos procesos liderando desde la comunicación, aprender a comunicar decisiones con claridad es tan estratégico como tomarlas correctamente.

Cada tema requiere su espacio y su forma de abordarse. Las decisiones sobre el funcionamiento empresarial deben hablarse en la oficina y no en la sobremesa familiar. Separar lo emocional de lo operativo fortalece la comunicación interna y proyecta confianza hacia afuera. Empleados, clientes y proveedores perciben cuando una empresa actúa de manera coherente y ordenada. La reputación surge de decisiones consistentes y estratégicas.

No resulta sencillo mantener ese equilibrio, pero sus beneficios son claros. La empresa crece de manera orgánica, logra estabilidad económica y reconoce a quienes aportan profesionalismo en lugar de linaje familiar.