Por Hamoud Ghaillani

Miembros del Frente Polisario conducen una camioneta equipada con un arma antiaérea durante la puesta de sol en Bir Lahlou, Sáhara Occidental – REUTERS/ ZOHRA BENSEMRA
La evolución del conflicto del Sáhara Occidental
En octubre de 2025 se conmemora el 50 aniversario de la Marcha Verde, fecha que coincide con la sesión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas dedicada a la renovación del mandato de la MINURSO. Esta coincidencia sirve como un recordatorio de que, a medio siglo de ese evento, el conflicto del Sáhara Occidental permanece como uno de los últimos procesos de descolonización pendientes dentro de la ONU.
Actualmente, la situación vive un momento crucial. La propuesta independentista del Frente Polisario enfrenta un estancamiento tanto en el ámbito diplomático como en el militar. Por otro lado, la iniciativa marroquí para otorgar autonomía al territorio recibe cada vez más apoyo internacional, siendo respaldada por potencias como Estados Unidos y Francia, así como por un número creciente de naciones.

El Movimiento Saharaui por la Paz como tercera vía
En medio de esta dinámica, el Movimiento Saharaui por la Paz (MSP) surge con una posición particular. Fundado en 2020 dentro de la diáspora saharaui, este grupo manifiesta una clara intención de romper con el predominio político del Frente Polisario y aportar una alternativa constructiva.
Los líderes del MSP provienen de antiguos miembros del Polisario que, tras largos años de activismo, reconocieron el bloqueo provocado por la intransigencia y el estancamiento de la actual dirección. Para ellos, la estrategia independentista, mantenida durante décadas, se ha convertido en una vía sin salida, que ha provocado la paralización política, el aislamiento internacional y un deterioro social en los campamentos de refugiados en Tinduf, donde la juventud carece de perspectivas.
La dirección del Polisario, al no permitir debate interno ni diálogo sobre soluciones realistas y evolucionadas, se mantiene en una postura confrontacional que beneficia únicamente a la propia dirección, en detrimento del pueblo saharaui.
En este escenario, el MSP propone un cambio pragmático y valiente: devolver la voz a los saharauis marginados y plantear un horizonte que priorice la dignidad, el reconocimiento identitario y el desarrollo socioeconómico por encima de la prometida pero lejana independencia.
El MSP se presenta como la única fuerza capaz de aprovechar esta coyuntura para transformar el statu quo en una oportunidad real, abriendo la puerta a una solución política negociada que responda tanto a las expectativas internacionales como a las necesidades concretas de la población saharaui. A diferencia de posturas maximalistas, define su línea como un espacio de diálogo y reconciliación, representando aquel sector que busca una salida práctica y aceptable, sin imposiciones ni ilusiones.
Su propuesta política se sitúa en una posición intermedia, reconociendo la necesidad de compromisos, preservando la identidad saharaui y fundamentando la solución en una estabilidad regional garantizada por un marco institucional claro.
De esta manera, el MSP emerge como un actor estratégico para el futuro del Sáhara Occidental, brindando legitimidad interna a una opción de autonomía que gana fortaleza en la escena internacional.

El papel clave de España en la resolución
El rol de España en este proceso es fundamental. En 2022, España se convirtió en la primera potencia europea en reconocer el plan de autonomía marroquí como “la solución más realista y creíble”. Esta decisión implicó un giro diplomático significativo que sigue generando un intenso debate en el ámbito político español.
Más allá de la postura política, España cuenta con un recurso estructural relevante: el modelo del Estado de las Autonomías que demuestra la capacidad de un Estado central para integrar jurídicamente y políticamente diversas identidades regionales.
Gracias a sus vínculos históricos, su cercanía cultural con las comunidades saharauis de la diáspora y sus relaciones con los promotores del MSP, España está en una posición favorable para actuar como mediador entre Rabat y los saharauis.
Esta doble cercanía podría convertir a Madrid en un factor decisivo para facilitar un proceso gradual hacia una autonomía efectiva, generando confianza para que no sea percibida como una anexión.

Nuevas perspectivas para la autodeterminación saharaui
El derecho a la autodeterminación sigue siendo el punto central en las resoluciones de la ONU. Sin embargo, podría reinterpretarse y ejecutarse de otra manera: ya no a través de un referéndum de opción binaria entre independencia o integración, que en la actualidad resulta inviable, sino mediante una consulta popular sobre un estatuto autonómico, seguida de elecciones para un parlamento regional saharaui, tal como propuso el MSP en el congreso por la paz celebrado en Dakar en octubre de 2023.
Este esquema abriría la posibilidad de una soberanía compartida, que permita a los saharauis preservar su cultura, gestionar autónomamente sus instituciones y participar en su desarrollo, mientras se garantiza la estabilidad política y económica dentro de un marco marroquí reconocido.
Repercusiones regionales del conflicto
La resolución del conflicto saharaui trasciende el ámbito de Rabat y los saharauis, con implicaciones de gran alcance para la región.
Para Marruecos, la autonomía significaría la consolidación de su integridad territorial y un paso adelante hacia una regionalización avanzada. Para los saharauis, implicaría pasar de promesas incumplidas a contar con instituciones sólidas y funcionales.
En cuanto a Argelia, representa un dilema estratégico: aceptar un compromiso que ha rechazado durante años o arriesgar separarse del contexto regional. Por su parte, Europa y los países del Sahel verían fortalecida su seguridad energética, económica y antiterrorista, justamente cuando la región enfrenta crisis profundas.

El escenario diplomático hacia la reconciliación
Es probable que octubre de 2025 no ponga fin al conflicto, pero podría marcar un hito en el reconocimiento diplomático de un nuevo rumbo: la autonomía saharaui como solución plausible.
En este proceso, el Movimiento Saharaui por la Paz podría consolidarse como la corriente que otorgue legitimidad interna a esta opción, mientras que España tiene el potencial de convertirse en mediador cultural y práctico entre Rabat y los saharauis.
Si la autonomía se articula como un autogobierno auténtico, se abriría una etapa de estabilidad regional que transformaría el Sáhara Occidental, actualmente un conflicto persistente, en un modelo de compromiso histórico para el Magreb.