
La Oportunidad que no vamos a Desperdiciar: Hamilton llegó a la Pantalla grande.
Como fanática de la comedia musical, debo confesar que la llegada de la filmación de Hamilton a la plataforma (o al cine, según dónde la veas) es, sin exagerar, el evento cultural más importante de los últimos años para el género. La obra maestra de Lin-Manuel Miranda no es solo un musical, es un fenómeno que trascendió Broadway y se convirtió en un hito cultural. Y ahora, por fin, el mundo entero tiene “un asiento” para el show original.
Si sos nuevo en este universo, no lo vas a poder creer!!!.Estás a punto de presenciar una revolución teatral. Si ya conoces el soundtrack al dedillo, prepárate para una inmersión total que te pondrá la piel de gallina.

Hamilton nos cuenta la historia de Alexander Hamilton, un inmigrante, huérfano y uno de los Padres Fundadores de Estados Unidos. Lo que podría ser un drama histórico convencional se transforma en un torbellino de dos horas y cuarenta minutos gracias a una partitura que fusiona de manera brillante el hip-hop, el jazz, el R&B y el pop con las estructuras clásicas de Broadway.
La capacidad de Miranda para usar el rap no solo como un recurso musical, sino como una herramienta narrativa increíblemente densa y efectiva (¡más de 20.000 palabras!) es la clave. Así, temas como la ambición, la inmigración, la traición, el amor y la construcción de un legado resuenan con una vigencia que trasciende los 200 años de historia.

Lo que eleva a esta filmación a la categoría de clásico instantáneo es, sin duda, la posibilidad de ver al elenco original de Broadway con la energía de su mejor momento (la grabación fue en 2016).
Lin-Manuel Miranda como el ambicioso Alexander Hamilton: Es el motor emocional de la historia.
Leslie Odom Jr. como el antagonista Aaron Burr: Su interpretación, llena de contención y resentimiento, y su leitmotiv “Wait For It”, son simplemente perfectos.
Renée Elise Goldsberry (Angelica Schuyler): Su actuación es devastadora. La canción “Satisfied” es una cátedra de cómo una coreografía y una letra ingeniosa pueden transmitir un universo emocional en minutos.
Mención aparte merece la decisión de un elenco intencionalmente diverso interpretando a figuras históricas que eran blancas. Como dijo el propio Miranda, es “la historia del Estados Unidos de entonces, contada por el Estados Unidos de ahora”, lo que le da una resonancia social y política innegable.
El Director Thomas Kail logra un trabajo impecable al transformar la experiencia teatral en cinematográfica. No es solo una “grabación”; utiliza primeros planos íntimos para capturar la intensidad de los actores, algo imposible de apreciar desde la platea. A su vez, mantiene tomas amplias para que el espectador no pierda de vista la puesta en escena brutal y la complejidad de las coreografías que giran en la famosa tarima central.

La única “limitación”: Por más que lo intente, ninguna filmación puede replicar la energía física y colectiva que se siente al ver a estos actores en vivo. Pero, créanme, se acerca mucho.
Lo bueno de ser película: Nos permite ver el detalle en los ojos de Eliza Hamilton (Phillipa Soo) o la hilarante gestualidad de Jonathan Groff como el Rey George.
Mi veredicto como fan y crítica: Si te gusta el teatro musical, no hay excusa: tienes que verla. Es una obra cumbre, un “clásico instantáneo” que merece cada uno de sus 11 premios Tony. No es solo entretenimiento; es un masterclass de composición, performance e historia.
